lunes, 10 de abril de 2017

UN NUEVO JUEGO



Cuando nace un hombre, nace un mundo.
La luz cambiante, los murmullos susurrados,
las caricias, el tacto de tus manos,
el universo limitado de tus labios y mejillas,
en los pechos que  dan vida .
Todo se expande a partir de ahí.
Mundos naciendo y muriendo cada instante.

Antes de ti no hay nada y después de ti
tampoco nada existe. Un universo empieza
con la vida, y otro  se acaba con la muerte.
Todo es comienzo y fin. Nuestra propia vida
es un universo y antes y después, la nada
y vacío perfecto, sin tiempo ni espacio.

El universo es un camino que se precipita inexorable
hacia el vacío, que es la vida.
Como una ola  que se aleja y siempre vuelve;
como un mar incontestable que vuelve sin dejar de irse.

Que ecuación matemática nos puede demostrar que
después de la muerte el universo todavía existe?
Que un hombre no pueda ser todos los hombres
en una conciencia universal  que todo lo asume?
Que un camino  no puede contener todos los senderos?
Como un dios eterno que se crea a si mismo y se destruye
para en ciclos infinitos de nacimiento y muerte
buscar la perfección en su metamorfosis?
Como una mariposa que en su transformación de crisálida
en su sarcófago, resurge  con esa policromía de colores
siempre dispuesta a renacer  cada vez más bella y deseada?
Como un Dracula inmortal se vigoriza en su sepulcro.

¿Porque una mente creadora tan avara
con la vida inteligente, que jamás juega a los dados,
desperdicia esa infinitud de espacio y materia,
que en su soledad y vacío estéril de nada sirven?
Cuando todo podría reducirse a un solo
camino de ida y vuelta: vida, perfección y muerte;
en una metamorfosis continúa  de universos
en busca  de esa plenitud absoluta,
de esa inteligencia suprema, en que toda la evolución
se concentra al fin del tiempo en un ser, sabio, infinito
y poderoso; incapaz de sentir pasión ,
de  amar ni perdonar, porque ÉL es el todo.

Una única entidad en ese estado adimensional
que es la perfección. Admirándose a si mismo,
como un espejo que se mira en otro espejo.
Sin ninguna contrición ni pesadumbre,
Sin una lagrima que redima  océanos vertidos,
en tanta destrucción de vidas y universos

Al fin, cuando el Ser  omnipotente,
se hastíe de contemplar su propia obra
y su maquinación narcisista se quede al fin colmada,
como un perverso maestro que se ha quedado
sin alumnos  a quien azotar y someter;
decida empezar ( como siempre ha sido)
otro nuevo juego.

Hernán 10/04/17










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